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Yoga y diabetes: la experiencia de Laura

Me llamo Laura, soy de Aranjuez, Madrid, me queda muuuy poco para los 30 y son ya 25 los años que convivo con la diabetes tipo 1. En 2015 me mudé a Milán, y desde entonces trabajo como consultora informática en una multinacional española.

Intento rellenar mi tiempo libre en plan tetris, sin dejar huecos libres, así que estoy siempre de aquí para allá como una loca. ¿Mis pasiones? Muchas y muy diversas: viajar, hacer deporte, la naturaleza y últimamente estoy empezando a darme cuenta que cocinar no se me da tan mal.

Siempre he sido un culo inquieto, desde que era pequeña. Empecé el baloncesto con 10 años, luego practiqué gimnasia deportiva, llegando a competir a niveles autonómicos. Carreras de campo a través o bádminton también fueron protagonistas entre los 13 los 20. A los 18 empecé la Universidad, Ingeniería de Telecomunicaciones, y la cosa se complicó un poco, pues el tiempo para hacer deporte era difícil de encontrar. Los findes de mis años universitarios los rellené con partidos de ligas escolares como árbitro de baloncesto. Sí, soy dura de roer…

Como ya sabéis de mudé a Milán en 2015, un poco por amor, un poco porque algunos años atrás viví una experiencia Erasmus que me unió especialmente a Italia. Ahora me siento más milanesa que arancetana y a veces me preguntan de que parte de Italia soy (self five!).

Los primeros meses de trabajo en Milán fueron más bien de ambientación, de asentamiento, de encontrar mi sitio y crearme mi proprio círculo. Me inscribí en un gimnasio cerca de casa, ya sabéis, para estirar un poco las piernas, correr en la cinta y hacer algún curso que me pudiera interesar.

Una tarde de otoño decidí entrar al curso de yoga. Aquí que empieza mi gran experiencia con esta disciplina.

No os puedo mentir, ¡estuve a punto de escapar de la clase! En cuanto acabamos la práctica, me prometí que no volvería a una clase de yoga. Pero ya sabéis lo que se dice, a veces hay que dar segundas oportunidades. Aunque sólo sea para estar 100% seguro que tomaste la decisión correcta.

Durante ese periodo empecé a usar Instagram, y descubrí algo inesperado: una #yogacommunity. Pasaba las horas delante del teléfono, deseando llegar algún día a un nivel como el de las personas que veía en la red. Había de todo, desde principiantes que practicaban en sus casas, hasta profesoras/influencers de yoga que compartían flows sobre cómo hacer una cierta posición, o trucos para ser más flexible, más fuerte… todas las respuestas a todas las preguntas yogicas estaban ahí, delante de mis ojos! Así que mi pasión por el yoga crecía poco a poco y me daba cuenta que la segunda oportunidad no habría sido tan mala idea…

¿Que hice? Compré enseguida una esterilla y un par de conjuntos de yoga, y busqué un rinconcito en casa donde plantarme y practicar. Mi pasado como gimnasta me ayudó a afrontar miedos: hacer el pino, el puente, probar posiciones sobre los brazos… Pero os puedo asegurar que la flexibilidad fue lo primero que perdí, así que fue como empezar de cero. Ser autodidacta en el yoga es algo que me ayudó mucho para aumentar mi flexibilidad, pasé de no tocarme las puntas de los pies, a sentir mi tripilla acariciar mis muslos… ¡estaba que no me lo creía!

Así que, para continuar con mi #yogajourney, busqué un buen centro de yoga en Milán y empecé a practicar todas las semanas, en plan serio. Fue mucho más fácil de lo que parece porque mis amigas y yo compartimos la misma pasión por el yoga, así que nos organizábamos para ir juntas a clase después del trabajo. Era hasta divertido 🙂

En estos años he tenido la oportunidad de practicar diferentes tipos de yoga: ashtanga, vinyasa (también llamado yoga dinámico), power yoga, rocket yoga… y, poco a poco, he vivido en primera persona una realidad que no esperaba. Mi experiencia es parecida a la de muchas otras personas que se han visto englobadas por este movimiento, espero poder aportar mi granito de arena a aquellos dudosos que no saben si el yoga es adecuado para ellos…

El yoga es solo para gente flexible, es muy lento, es solo para mujeres… la verdad es que son todos mitos.

Lo único que hace falta para practicar yoga, es tu cuerpo y tu mente.

Namasté

Colaboración: Laura Moreno, profesora de yoga.

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