Siempre habíamos comentado nuestras ganas de ser papás algún día y en el fondo yo sabía que no iba a ser un camino fácil. No porque no me viese capaz de gestionar mi enfermedad, sino porque sentimos miedo a lo desconocido y el embarazo, teniendo diabetes tipo 1, era un tema que no conocía en absoluto. Había escuchado muchas cosas y por supuesto ninguna buena, aunque mi endocrino siempre se había mostrado muy positivo con este tema y con mi capacidad de sobrellevar la situación, así que tomé la decisión de ser mamá.
Mi diabetes se encontraba en un punto bastante correcto con una hemoglobina glicosilada de 6.5%, aunque intentaba seguir mejorando porque sabía que cuanto más cerca del 5.5% – 6.0% estuviese, mejor iría todo. A las pocas semanas ya estaba embarazada.
Cuando me enteré un escalofrío recorrió mi cuerpo. Era una sensación agridulce porque estaba embarazada, pero «¿y ahora qué?». Mi gran sentido de la responsabilidad me obligaba a estar mejor.
Es difícil de explicar pero nunca me había sentido tan culpable por bajar de 80 mg/dl o superar 150 mg/dl (esos eran los objetivos que me marcaron ). No era a mi cuerpo al que hacía daño sino a mi bebé, y ese pensamiento no se me iba de la cabeza.
Hablé con mi endocrino y me hizo entender que debía relajarme un poco y no ser tan estricta. El estrés que me estaba generando yo sola era peor que las pequeñas variaciones que pudiese sufrir mi glucosa.
Cada mes una ginecóloga controlaba mi embarazo de riesgo y un endocrino del mismo hospital revisaba mi diabetes. Las pruebas y ecografías iban saliendo bien y yo comencé a disfrutar de mi embarazo diabético.
Aprendí a controlar más de cerca mi diabetes y la bomba de insulina y el cgm dexcom G5 eran mis aliados. No salía de casa sin mirar cómo iba mi glucosa por si tenía que comer algo, o si veía que mis valores estaban por encima de lo deseado, intentaba ir caminando para ayudar a volver al objetivo. Me esmeraba en contar bien los hidratos de carbono y estaba pendiente las horas posteriores por si tenía que ponerme un bolo corrector. Me compré el reloj Apple Watch para poder llevar constantemente en mi muñeca mis niveles de glucosa; así daba igual si estaba viajando, haciendo ejercicio o iba por la calle, con un simple vistazo me aseguraba de que todo marchaba correctamente.
Mes a mes mi hemoglobina fue mejorando y ¡¡conseguí el ansiado 5%!! No me lo podía creer… Lo que no había logrado en 22 años de diabetes lo conseguí durante mi embarazo y claramente porque estaba más motivada que nunca.
Cuando ya faltaba poco para cumplir la semana 40, los médicos me informaron de que si no me ponía de parto de manera espontánea, me lo inducirían sobre la semana 39 por protocolo, ya que el equipo médico estaría más preparado ante el parto de una mamá con diabetes. Y así fué.
Ingresé en el hospital a primera hora del día acordado. Comenzaron con la medicación y a las pocas horas la evolución fué muy favorable y se inició la fase de dilatación. Este fué el momento en el que me desconectaron la bomba y me pusieron un gotero de insulina y otro de suero glucosado. A la vez comenzaron con la epidural y la oxitocina. Yo llevaba conectado mi dexcom G5 pero aún así me realizaban glucemias capilares cada media hora aproximadamente.
Tras varias horas empujando no había progresión. Pepe estaba todo el rato en la primera fase y no conseguíamos que bajase. Además su cabecita comenzaba a deformarse y podía haber sufrimiento fetal, así que, ante la descompensación entre el tamaño de Pepe y mi pelvis, los médicos tomaron la decisión de hacer una cesárea.
En ese momento desconectaron mi dexcom para entrar a quirófano y durante toda la intervención quirúrgica siguieron haciéndome glucemias capilares para controlar mis valores.
Fué una cesárea muy humanizada rodeada de grandes profesionales que se preocuparon en todo momento por mí. Me cogían de la mano, me iban contando lo que ocurría, me preguntaban cómo me encontraba y me daban ánimos para que no tuviera miedo.
Y por fin sacaron a Pepe. Cuando me lo acercaron y le pude dar un beso sentí una emoción indescriptible.
A los pocos minutos la pediatra se acercó y me comentó que, por protocolo, Pepe debía pasar la noche en la incubadora para poder realizarle glucemias cada hora. Yo había estado inyectándome mucha insulina (unas 40-50 unidades al día entre basal y bolos en comidas ) y necesitaban comprobar si el páncreas de Pepe funcionaba de forma autónoma sin toda esa insulina extra.
Yo no conocía este protocolo y probablemente de haberlo sabido no habría sido un shock tan fuerte para mi.
Salí del quirófano y pasé toda la noche pensando en él, en cómo estaría y si sus glucemias serían correctas. No me importaban los dolores, el cansancio o las molestias de la intervención; sólo podía pensar en Pepe y pedía constantemente que mis familiares estuviesen a su lado y no conmigo.
A mí me siguieron haciendo glucemias capilares cada hora y ajustando los goteros de insulina y glucosa.
Al nacer, Pepe sufrió un par de hipoglucemias que consiguieron remontar con glucosa. Durante las horas posteriores las glucemias de Pepe mejoraron y al día siguiente lo subieron a mi habitación. Aún así, siguieron haciéndole glucemias varias veces al día para confirmar que su páncreas seguía funcionando bien.
Durante este primer día tras la cesárea, me retiraron los goteros y me conecté de nuevo la bomba de insulina y mi dexcom G5. Me programé un perfil de basal con todos los valores al 50% , ya que mi endocrino me había advertido de que necesitaría la mitad de la insulina que llevaba durante el embarazo. También bajé a la mitad los ratios de insulina.
Actualmente sigo ajustando mis dosis, sobre todo las basales, ya que pasados varios días del parto, la exigencia de insulina es ligeramente mayor. Además debo estar atenta a las hipoglucemias que parecen ser algo más frecuentes debido a la lactancia materna.
La verdad es que estos meses han sido toda una experiencia. He aprendido a controlar mejor mi diabetes, a confiar en mí y no desesperar cuando mis controles no son los deseados cada segundo y a comprender que el esfuerzo tiene su recompensa. Y la mía es mi Pepe.
Colaboración. Autora @maponmar